REFLEXIONES SOBRE EL 6TO. CONGRESO PROFESOR JUAN BOSCH

JOAQUIN GERONIMO
JOAQUIN GERONIMO

 

  Colaboración del Lic. Delfin Santana

 

HACE 9 AÑOS

REFLEXIONES SOBRE EL VI CONGRESO

PROF. JUAN BOSCH

“Un partido político es el producto de la sociedad en que se halla, pero al mismo tiempo no puede dedicarse solo a las tareas de cada día sino que entre sus obligaciones está la de contribuir al desarrollo de la sociedad en la que actúa, y tiene que prepararse para ver con claridad no solo lo que sucede en torno suyo sino además prever lo que sucederá para evitarlo si está llamado a ser dañino, o acelerarlo si está llamado a serle útil al pueblo.”

Juan Bosch, 1989


El criterio de que en el PLD debía darse un proceso de apertura en el marco de la celebración del VI Congreso Prof. Juan Bosch, contaba con la aprobación y el consenso mayoritario dentro y fuera del partido. Al parecer lo que estaba en discusión no era si tal apertura debía hacerse, sino más bien el cuánto, cómo y hacia dónde debía abrirse el Partido de la Liberación Dominicana.


La pregunta que los peledeístas debieron hacerse era qué parte de la sociedad y cuales aspiraciones sociales representa hoy su partido. Estaba muy claro para todos qué era y qué buscaba el PLD cuando el profesor Juan Bosch lo fundara a finales del año 1973; de lo que se trataba ahora era de examinar cómo las circunstancias habrían modelado un nuevo escenario y qué papel le correspondería jugar a los nuevos actores del drama político dominicano. Un partido político siempre será, por definición elemental, el depositario de las aspiraciones de una parte de la sociedad que busca extenderlas al dominio ideológico del conjunto en procura de una mayoría legitimadora para la toma del poder político. El PLD habría creado ya bases muy sólidas hacia la concreción de esa mayoría y ahora debería tratar de darle suficiente cohesión ideológica y consistencia partidaria como para consolidar el nuevo proyecto de sociedad que se fundamentaría en los ideales imperecederos del boschismo.


Reflexionar, por ejemplo, acerca del sistema de votación interna de los miembros del partido. Ya se había adoptado el nuevo sistema de votación individual y secreta para la escogencia de candidatos a cargos dentro y fuera de la organización. Este hecho representaba un cambio de grandes repercusiones para la vida futura del PLD, por cuanto modificaría de manera sustancial los esquemas de pensamiento y acción de los militantes, ahora despojados del fuero orgánico en sus decisiones políticas individuales. Aunque para los demás asuntos sometidos a discusión orgánica debía acogerse el viejo sistema de votación, público y colectivo, sería previsible una disminución progresiva del rol orgánico-colectivo en

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las decisiones políticas de los militantes bajo premisas de convicción individual, autosuficiencia y compromisos personales con otros individuos y grupos. Esto último obligaría al partido a realizar adaptaciones de mayor alcance y trascendencia en el proceso de apertura y transformación de su estructura orgánica.


También habría de reflexionarse detenidamente sobre la validez del método fundamental para el tratamiento de las contradicciones dentro del partido. Bosch lo había establecido con el nombre de unificación de criterios, en el entendido de que todas las decisiones políticas habrían de ser tomadas de manera orgánica y colectiva y, por tanto, cada militante debería asumir como suya la opinión del organismo sobre cualquier asunto objeto de discusión y unificación política. Obviamente, el hecho de que ahora los militantes tuvieran la posibilidad de guardarse sus propias opiniones y ejercer su derecho a expresarlas según su íntima convicción, de manera individual y secreta, cuestionaba en su base misma el método de la unificación de criterios y, en cambio, abría un cauce a la libre expresión de opiniones sobre los temas más diversos. Tal cual habría venido ocurriendo ya de manera espontánea y a veces exagerada en los tiempos precedentes al sexto congreso. Probablemente habría que reflexionar sobre la posibilidad de permitir la existencia controlada de corrientes de opinión divergentes al interior del partido, sin que ello obligara a una unificación de criterios que al final encontrarían la manera de expresarse en forma libre, individual y secreta.


En cuanto a los niveles de participación en el ejercicio de la democracia interna, habría que partir del hecho simple de que el PLD fue estructurado por Bosch de acuerdo a los principios del centralismo democrático, que norma su vida interna y constituye la condición esencial de su cohesión ideológica y su unidad de acción. Sin desmedro de la validez y permanencia necesaria de tales principios, que implican la subordinación de las minorías a las mayorías y la obligatoriedad de acatar las decisiones políticas, orgánicas o disciplinarias emanadas de los organismos superiores, habría que reflexionar seriamente sobre la medida exacta y conveniente en que deberían coexistir el centralismo y la democracia en la toma de decisiones y en la vida diaria del partido. Sería preciso evaluar hasta qué punto cierta dosis excesiva de centralismo habría podido amenazar la participación democrática libre, abierta y creativa de los militantes de base, y hasta qué punto cierta aspiración de democratismo a ultranza, negadora de toda prerrogativa centralista en la dirección política, pudiera amenazar el orden y la disciplina partidaria en ruta hacia el caos y la disolución.


Para replantearse la discusión acerca del boschismo y su adaptación a la nueva etapa de expansión y crecimiento del partido, habría que partir del criterio de que el PLD creció, se hizo adulto y se ganó el respeto del pueblo

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asumiendo y practicando los principios básicos del boschismo, forjador de conciencia política militante: un partido de organismos en el cual los individuos que lo componen se mantenían unidos en todas las circunstancias, porque realizaban su práctica política a través de métodos de trabajo unifica dos, con lo que se frenaba la tendencia natural al individualismo que promueven los partidos de la vieja cultura populista. Ahora bien, después de haber pasado por su primera experiencia de gobierno, exponiendo el acervo de la teoría boschista a los desafíos de un ejercicio de poder condicionado, se debería reflexionar acerca del costo político electoral que ha significado la permanencia de una estructura orgánica partidaria cuya esencia y funcionamiento contradicen diametralmente las características prevalecientes en la estructura social de la República Dominicana.


¡Qué bueno hubiese sido preguntarle al maestro cómo deberían valorarse los planteamientos críticos de quienes aducen que la constitución orgánica de su partido conlleva no solo un freno a las conductas individualistas desorbitadas, sino también una seria limitación a la capacidad creativa e innovadora de sus militantes! Preguntarle también hasta qué punto podría permitirse, en el necesario proceso de apertura, el alojamiento del virus del populismo dentro del partido, asumiendo el riesgo de que el sentido de lo práctico en oposición al ideal del purismo ortodoxo, estuviese obligando a aceptar situaciones de facto que implicarían la renuncia a una parte de los principios boschistas y la tolerancia de ciertas prácticas antes rechazadas. Si el maestro hubiese estado allí, no sería necesario preconizar un boschismo petrificado en el tiempo, esgrimiendo un látigo para echar del templo a los mercaderes pervertidos; sería el tiempo de asumir los principios boschistas como parte de un proceso de metabolismo político y social, bajo los mismos términos en que el propio Bosch lo planteara al finalizar su discurso de cierre de la Conferencia Salvador Allende, el 12 de febrero de 1974: “...las estructuras orgánicas que nos demos ahora deben ser consideradas como pasajeras porque solamente la práctica diaria nos dirá si esas estructuras serán buenas o serán malas, serán apropiadas o no lo serán para las etapas posteriores, las que tendremos por delante después que hayamos cumplido la tarea de desarrollar el Partido”. *


En cuanto a la educación política de los militantes, la eliminación de los círculos de estudios como puerta de entrada al partido, considerada por muchos como un golpe mortal al boschismo, no debería significar en modo alguno la supresión del programa de formación política de los militantes. Por el contrario, el hecho de que la apertura puesta en marcha a partir del Sexto Congreso permita el ingreso al partido de una gran cantidad de

* Juan Bosch, El PLD: Un Partido nuevo en América. Santo Domingo, Editora Alfa & Omega, 1989.

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simpatizantes que asumirían los deberes y derechos de miembros plenos, obligaría al diseño de un programa de educación adaptable y flexible; algunos miembros se conformarían con el conocimiento elemental de los principios, estatutos, reglamentos y documentos políticos aplicados a la realidad electoral; otros, en cambio, preferirían avanzar en los estudios de carácter ideológico, social, económico y de alta política internacional, para lo cual estaría la Escuela de Formación Política profesor Juan Bosch. Es decir, el partido podría tener un programa de educación y formación política flexible, adaptable a las aspiraciones individuales de cada militante que desee hacer carrera política dentro del partido.


Sobre la nueva forma de vinculación del partido con el pueblo, sería preciso asumir que la organización política sectorial no debería continuar a merced de coyunturas electorales desvinculadas de una práctica militante cotidiana y un enfoque estratégico de la misión social de los grupos corporativos de ciudadanos.


La creciente demanda de participación democrática que exhiben hoy los gremios, sindicatos, asociaciones profesionales y grupos vecinales, exigiría una mayor atención política partidaria. Se hubiese podido sugerir la constitución de un plenario de afiliados por organización sectorial, del cual se escogería un comité coordinador que sería el enlace con los órganos ejecutivos y deliberativos del partido. La potencialización del trabajo político en las organizaciones sectoriales acrecentaría el nivel de influencia y participación del partido en la sociedad civil sobre bases estructurales y no meramente coyunturales.


En el nuevo escenario geopolítico de un mundo unipolar, con los grandes retos que la globalización impone a la periferia insular caribeña, sería absolutamente necesario asumir posiciones en el campo internacional. Un partido político que no haya definido con claridad sus afinidades ideológicas en el escenario mundial y no pueda contar con aliados firmes en coyunturas políticas de crisis o concertación, estaría expuesto a los riesgos del aislamiento o la incomprensión en un mundo cada vez más interdependiente y atento a los asuntos particulares de los estados nacionales que conforman esta aldea global del siglo veintiuno. El PLD estaría obligado ya, sin mayor dilación, a definir una línea política internacional que deslinde el campo de alianzas estratégicas con sus pares latinoamericanos y europeos, así como con los grupos influyentes de la política norteamericana, con miras a consolidar una respetable base de apoyo externo para contingencias futuras.


Finalmente están los temas concernientes a la ideología y el liderazgo sucesoral dentro del partido. Sobre el primero habría que partir de que el concepto de liberación nacional, como sustento ideológico del partido y aspiración inequívoca de sus militantes y adherentes, tendría que ser

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revisado en función del significado que adquiere en un mundo aparentemente des-ideologizado, bajo los efectos de la superación de la guerra fría.


Con un mínimo esfuerzo retrospectivo se podría intentar entender las circunstancias en que surge el PLD como una opción tercerista, una fuerza emergente que estaría dispuesta a transitar un nuevo camino en el quehacer político nacional, obligado a reformular los métodos y la manera de hacer política en la República Dominicana. Lo que estaba planteando Bosch en aquel entonces, 1973, era el advenimiento de una nueva cultura política fundamentada en los valores de patriotismo, honestidad, orden, disciplina y servicio al pueblo; en oposición a los anti-valores democráticos de la cultura del poder, autoritaria y neotrujillista, y la tendencia al caos y al desorden del populismo perredeísta abanderado de una cultura de rebeldía y resistencia popular.


Luego de un cuarto de siglo, el PLD habría logrado consolidar su posición como soporte importante del sistema democrático en la República Dominicana, pero tendría que definir con mayor claridad su rol en la escena política nacional con absoluta independencia de otras fuerzas políticas y con la determinación de avanzar hacia la construcción del proyecto de nación preconizado por su líder y guía, profesor Juan Bosch, durante toda su vida política. De lo que se trataría sería de iniciar un nuevo proceso de ideologización de metas nacionales, vinculadas a la modernización y la reforma social y económica del Estado; lograr desde la oposición lo que no se pudo alcanzar desde el gobierno, profundizar y acrecentar la nueva cultura peledeísta, cuyos valores deberían permanecer inalterables, independientemente de las adaptaciones metodológicas y organizativas que tuviesen que hacerse para canalizar hacia el interior del PLD todo el caudal de simpatías y adhesiones que se logró acumular desde el poder. Sería necesario entonces que el pueblo hiciera suya la causa del partido y viceversa. Los pueblos necesitan siempre una causa justa, motivo de lucha y esperanza.


Sobre la cuestión del liderazgo y el partido, ya Bosch había hablado hace muchos años, con sus palabras de sabio maestro: “...todo partido político existe en la conciencia de una parte del pueblo antes aun de que se forme, y a menudo sin que esa parte del pueblo haya sabido que ella tenía las ideas de ese partido, pues vino a identificarlas como suyas cuando las oyó expuestas por los líderes de ese partido. Un partido político tiene seguidores activos tan pronto aparece el grupo de dirigentes o líderes que sabe proponerle a la parte del pueblo que va a seguirlos el programa de acción o las ideas que esa parte del pueblo está deseando oír o está esperando compartir. El líder, pues, es aquel que expresa lo que el pueblo piensa y siente pero no puede expresar.” *

* Juan Bosch, La función del líder: artículos de temas políticos, pág.17.

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¡Qué bueno hubiese sido haber podido contar con los ponderados consejos del líder en los momentos en que el PLD se lanzaba a la gran tarea de su transformación interna, con el mismo amor con que años atrás asumió las consignas del boschismo ortodoxo! Hay quienes piensan que muchas de las innovaciones puestas en práctica por la nueva generación de dirigentes peledeístas no encajarían del todo dentro de los principios y normas de conducta pública sustentadas por Bosch.


Probablemente a través de su inseparable compañera, doña Carmen, debió Bosch haber tenido noticias de los grandes cambios que experimentaba su partido; y cuando supo que el PLD podría estar regresando a las viejas prácticas populistas, negadoras de toda continencia individual y valoración ética, entonces ya solo pudo pensar en Juan de la Paz, cayendo a la mar desde su balandra, en busca de una paloma herida que habría de llevar de regalo a su hija Emilia. *


El solo hecho de pensar que fuera cierta semejante barbaridad, habría roto el corazón del anciano líder; pero era el caso que ya también él iba, por otros senderos, rumbo al puerto de origen.


El día 1º de noviembre del 2001 Juan Bosch muere en su lecho del centro clínico Abel González, en Santo Domingo, luego de un largo padecimiento que lo mantuvo hospitalizado los últimos días de su vida. Su Partido, el gobierno de la República y todo el pueblo dominicano le rindieron durante dos días el más grande homenaje a que se hizo merecedor el más grande de los dominicanos del siglo veinte. Fue enterrado en su pueblo natal, La Vega, con todos los honores de su investidura de estadista, flotando sobre una inmensa ola de luto popular.


Durante los funerales en la Casa Nacional del PLD, su presencia de montaña abatida parecía erguirse con la voz de los iluminados para entregar por última vez su mensaje de perseverancia en los principios y valores del boschismo. Le correspondió a uno de los más leales y combativos militantes de la vieja guardia peledeísta, leer la oración fúnebre conque se recibieron los restos del maestro-líder en el frontispicio de la Casa Nacional, convertida en capilla de oración, reflexión y compromiso. Euclides Gutiérrez Félix conmovió las fibras interiores de cada militante del partido al invocar al maestro y pedir por todos la guía espiritual del líder extinto en las luchas futuras: “...Ejercimos la autoridad de gobernar la República en circunstancias difíciles; cometimos errores, muchas veces nos faltó prudencia; tal vez más por torpeza e inexperiencia que por otras razones; pero tus discípulos y compañeros impusimos perfiles de seriedad, dedicación y organización en la administración del Estado, como pocas


* Juan de la Paz es el protagonista del cuento Rumbo al puerto de origen, uno de los más conocidos de Bosch. En la corta historia el protagonista es rescatado del medio del mar luego de un angustioso naufragio, y en estado agonizante ofrece una extraña versión de las circunstancias en que se produjo su desgracia. Ver: Cuentos escritos en el exilio.

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veces se ha conocido en su historia. Aunque es necesario, justo y conveniente, porque así lo desearías, que unifiquemos criterios y rectifiquemos lo que no hicimos correctamente. ¡Y así se hará maestro! Porque el Partido de la Liberación Dominicana, que es tu único y auténtico heredero, como lo afirmaste siempre, no desertará jamás de tu ejemplo, de tus ideas y de tu memoria; porque sería un acto censurable, de traición al pueblo, que actuemos siguiendo la conducta y los métodos de otras fuerzas políticas, denunciadas y combatidas por ti con la entereza y el valor que siempre demostraste en defensa del pueblo, motivo permanente de tus desvelos. ¡Qué tu espíritu de luchador infatigable maestro, nos inspire y estimule a preservar al PLD como imbatible defensor de la Patria!” *


En La Vega, justo al ocultarse el último rayo de sol del segundo día de noviembre, todos los corazones se convirtieron en campanas que doblaban al unísono en memoria de quien en ese preciso instante entraba en la inmortalidad por la puerta grande del decoro, la dignidad y el humanismo creador. Le correspondió entonces a su discípulo por excelencia, el doctor Leonel Fernández, decir las palabras finales de despedida. De ellas bastaría con recordar la reafirmación del ineludible compromiso que con la partida del maestro y líder, asumían las nuevas generaciones de luchadores por la democracia, la libertad y la dignidad nacional: “...Hoy, en medio de la aflicción y la pesadumbre, sus discípulos han venido a acompañarle a lo que será su lugar definitivo de descanso; y a reafirmar ante su cuerpo inerte nuestro compromiso solemne de luchar en forma unida e inquebrantable por hacer realidad su sueño de una República Dominicana libre, próspera y digna.” **


En algún lejano lugar de las latitudes antípodas, por donde una vez anduvo Bosch llenando su espíritu de sueños y utopías, debió haber visto aquella inscripción hallada en los anales de la ermita fantasma y que, desde ahora y para siempre, debería traer a la memoria de sus discípulos el reflejo y la imagen imperecedera de su líder: “Mi antiguo maestro hace de la virtud, de la integridad y del valor sus prioridades en la vida cotidiana. Puede conseguirse su amistad, pero no puede ser apartado; es fácil de acercar, pero no puede ser presionado; puede ser asesinado pero no avergonzado. Su morada no es lujosa, sus alimentos no son exquisitos. Enfrenta los trastornos de la vida y de la muerte como si no fueran nada. Es verdaderamente un ejemplo de lo que significa el dicho: “Es difícil batirse contra la espada del gran herrero”. ***

* Vanguardia del Pueblo. No. 1359.

** Idem.

*** Thomas Cleary, El arte del liderazgo, lecciones zen sobre el arte de dirigir, pág. 156.

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En el nombre de Bosch, las nuevas generaciones de luchadores por la democracia verdadera, la libertad y la dignidad nacional, habrán de recoger las consignas y banderas de su credo, regarán de nuevo con su semilla la tierra que tanto amara y cosecharán los frutos de la nueva sociedad humilde y solidaria. Ellos habrán de edificar allí donde solo queden los pilares de su gran obra, lucharán por una nueva patria, próspera, libre y digna. He aquí una causa justa.

Joaquín Gerónimo

“En el nombre de Bosch”

Diciembre, 2001

P.D: “Sería un grave error asumir el éxito coyuntural como prueba de

la razón histórica.” J.G.

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