El padrefamilismo en la República Dominicana

Por Franklin Gutiérrez

 

Si el germen putrefacto de la vejez no ha carcomido mi entendimiento y mi capacidad de raciocinio, un padre de familia es una persona, hombre o mujer, responsable del sostenimiento estomacal, moral y espiritual de sus hijos, padres, hermanos, primos o de cualquier otra persona que éste haya aceptado como miembro de su núcleo familiar principal. Eso sin importar su nivel social ni su poder adquisitivo, pues ha de suponerse que califica como padre de familia todo quien cumpla con los deberes y obligaciones antes señaladas.

 

Pero como en la República Dominicana la tuerca siempre se enrosca a la inversa tenemos personas de diferentes niveles sociales y económicos que practican el padrefamilismo muy a su manera. Están los que cargan en sus hombros la pobreza absoluta como pecado original, por no haber encontrado en la pira sagrada el agua bautismal que le extirpara el pecado de las calamidades terrenales.

 

Ese sector de la población nacional parece no haber recibido adecuadamente el sacramento del bautismo; por lo tanto, el Todopoderoso (entiéndase la sociedad)  lo ha castigado negándole la capacidad económica para resolver sus necesidades primarias. A ese grupo pertenece un porcentaje sustancioso de la población criolla. Ante esa desgracia, la misma sociedad que los ha cercenado ha tenido que hacer concepciones especiales mediante las cuales los integrantes de ese conglomerado compensen sus carencias materiales.  

 

En consecuencia, un padre de familia dominicano ubicado en esta categoría es un individuo con potestad para transportar sin ningún tipo de protección ni prevención alguna a dos niños suyos y a la madre de éstos en la cola de un pequeño motor diseñado para una sola persona, o para conducir un automóvil sin luces ni parabrisas o una camioneta con veinte personas en la parte trasera, sin que a las autoridades correspondientes les preocupen semejantes barrabasadas.

 

Padres de familias con esa estampa tenemos millares dedicados al expendio de baratijas y mercancías variadas en las calles de mayor de transito del país y en la esquinas más congestionadas por el transito humano y vehicular. Ese núcleo social ha convertido en mercados de pulgas y en restaurantes y frituras ambulantes los elevados para trenes y vehículos, los parques, los frentes instituciones públicas y privadas, las viviendas barriales, las áreas deportivas, etc.

 

Ellos, además, están patentados para lanzar desperdicios en las calles y para impedir la circulación de los demás ciudadanos por las aceras. Es decir, poseen plena libertad y autorización para protagonizar el desorden. Pero las autoridades de salud pública y los ayuntamientos son miopes ante tal desazón.

 

Son también esos padres de familias quienes mayormente dejan una porción sustancial de sus ingresos en las más de 30,000 bancas de juegos existentes en la República Dominicana. En esos centros de apuestas encomiendan su suerte a patas de caballos enfermos, a sorteos de lotería amañados que mastican y digieren sus ilusiones diariamente, a beisbolistas insensatos que luego de asegurarse un jugoso contrato por varios años y millones de dólares igual les da poncharse que conectar un cuadrangular.  

 

            Los fines de semanas a esos padres de familias "desbarataos" se les unen en los colmadones del país otros colegas de mayor capacidad económica con el propósito de, a ritmo de bachata,  ahogar su desdicha en una Presidente, un litro de Mac Albert  o un Brugal Añejo. Esos parroquianos, que han trabajado fuertemente durante la semana para darle placer y relajamiento al cuerpo, dejan en dichos centros de diversión gran parte de sus ingresos que debían ser empleados en el mejoramiento y alivio de su situación familiar

 

Pero también hay compueblanos camuflados, cuya habilidad camaleónica le ha facilitado despojar a los verdaderos padres de familias de esa categoría social para sacar ventajas en situaciones específicas. Generalmente son ciudadanos de ingresos promedios o medianamente altos que han asumido la "queja" como un patrimonio personal.

 

Siempre dicen estar económicamente mal o inconformes con sus posesiones. Sin embargo exhiben en su cintura pistolas del alto calibre, conducen costosos vehículos y llenan los resorts criollos los fines de semanas y en cualquier temporada festiva. Incluso, millares de ellos están perdiendo las huellas digitales de sus pulgares a causa del incesante envío de mensajes de textos de sus celulares Blackberry o Android, aparatos cuyos costos y mensualidades del servicio son elevadísimos.

 

Compromisos laborales me llevaron hace poco hasta Athenas, capital de Grecia, y mientras visitaba El Acrópolis me encontré con Pedro Arbusto, un amigo a quien no veía hacía un  lustro. Al final de nuestra conversación me dijo airoso que de Athenas iba para Creta y, luego, para Estambul

 

Aproveché, entonces, y le sugerí una visita a la parte de Turquía situada al otro extremo del estrecho de Bósforo, cuya belleza es digna de apreciar. ¡Estás loco, hombre! ¿olvidas que soy un padre de familia? me respondió quejosamente. Pedirle a personas como esas un comportamiento menos pernicioso para el bienestar económico y emocional propio y de su familia es un desperdicio de tiempo, porque, ¿donde quedará entonces la fanfarronería y el pantalleo que los caracteriza y hace de ellos ejemplares únicos de nuestra sociedad?

 

Los defensores del padrefamilismo dominicano sostienen que los gobernantes nuestros no han sido capaces de crear una nación fuerte, saludable y solvente que proporcione a sus ciudadanos fuentes de trabajo remunerativas, asistencia social decente, educación calificada y un sistema de salud funcional. Más cierta no puede ser tal aseveración. Pero somos, no olvidemos, como otras naciones tercermundistas, un país sin Estado, un pueblo donde la primera acción de un nuevo gobernante es tirar al tacho de las inutilidades el trabajo de su antecesor, un país que vive eternamente en campaña electoral sólo para alimentar el ego y los bolsillos de políticos fatuos y corruptos.

 

El padrefamilismo es en nuestro medio un fenómeno extraño e inexplicable. Pero no es un mal endógeno del país, sino una conducta en la que se apoyan muchos paisanos para justificar un accionar que alimenta el libre albedrío. Parece temeraria esta afirmación, mas no lo es.

 

En la ciudad de New York, en Washinton Heights específicamente, área donde los dominicanos superan el medio millón de habitantes, el padrefamilismo criollo es también una práctica común. Basta caminar por calles y avenidas como Saint Nicholas, Broadway, Dyckman, Sherman, Amsterdam y la 207 para encontrarnos con vendedores de habichuelas con dulces, jugo, avena, pastelitos, jengibre, arepa, chicharrones y frutas.

 

En la calle 207 y las avenidas Sherman y Vermilyea, de Washington Hights, por ejemplo, se amontonan cada domingo centenares de clientes de padres de familias dominicanos que acuden allí a comprar los productos que estos venden en un mercado de pulgas improvisado por ellos en esa zona. La abundancia de chimichurris es también notoria en las principales calles newyorquinas. Tan pronto asoma la oscuridad de la noche los padres de familias dominicanos encienden las luces relumbrantes de sus quioscos ambulantes avisándoles a sus paisanos que ya las tripitas, la morcilla, las patitas de cerdo, la longaniza y los chimichurris estan listos para el devore.      

            Esos padres de familia generalmente tienen otros empleos con ingresos decentes y algunos de ellos, aunque parezca insólito, arrastran sus quioscos con carros Mercedes Benz, yipetas o vans cuyos costos solamente pueden cubrir personas de un nivel económico muy superior al de un padre de familia tradicional. Pero New York no es el único escenario extranjero, los padres de familias criollos existen en otros Estados norteamericanos y en varias naciones a donde la subsistencia nos ha llevado a vivir.

 

¿Es el padrefamilismo un tigueregallaje criollo, o una desgracia nacional de la que muchos solamente quieren responsabilizar a los administradores del país?  

 

 

                

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