El plebiscito amarillo

 

La intervención de 1916 fue otra prueba para la nación y surgieron voces que proclamaron la salida de los americanos, como se decía entonces, de manera “pura y simple”.

 

Este gran pueblo, con grandes gestas cívicas en su historial desde los primeros momentos de su Independencia, ha hablado con absoluta contundencia, el lunes pasado.

 

Lo hizo en aquella gran jornada de los primeros tiempos, pero otras pruebas le esperaban en los años posteriores.

 

Y fue cuando el general Santana, un hombre que fue clave en la extenuante Guerra de la Independencia, decidió anexar la República a la corona española en 1863.

 

La reacción no se hizo esperar y la Guerra Restauradora se intensificó y se consolidó; pero poco después ya Buenaventura Báez negociaba la anexión a Estados Unidos. Y así habría sido si no surge la salvadora intervención del senador de Massachuset, Sommer Welles.

 

La intervención de 1916 fue otra prueba para la nación y surgieron voces que proclamaron la salida de los americanos, como se decía entonces, de manera “pura y simple”.

 

Son aportes inequívocos de la vocación nacional por su Independencia.

Por encima de otras vicisitudes, el país respondió en 1978 para superar la existencia del “despotismo ilustrado” del doctor Balaguer y su claque, poniendo fin a la persecución política, la prisión, la acusación injusta, el exilio y doce años de rígida austeridad.

 

Ahora son otros tiempos y el gobernante de turno es un hombre civilizado que no ejerce ni la persecusión política ni el abuso, al menos en aquel estilo primario de muchos de sus antecesores.

 

Ahora el pueblo dominicano ha vuelto a responder cuando se reclama en todas las esquinas por una mejor educación.

 

Lo que ocurió el lunes pasado fue un plebiscito, diríamos un plebiscito “amarillo”, a favor de que se cumpla la ley que asigna el 4% del Productdo Interno Bruto (PIB) a la educación.

 

Se supone que tal asignación por ley -en una administación anterior del propio presidente Fernández- se realizó sobre la base del estudio de las necesidades del sector y ante la imperiosa comprensión de que sin pueblo educado no hay desarrollo.

 

Parece que ni el presidente Fernández ni muchas personas en ese entonces, le hizo mucho caso al asunto, y solo se aprobó para consumo de relaciones públicas y para actualizarse entre los organismos internacionales del sector.

 

Pero el padre Serrano, director del Centro Montalvo, lo tomó en serio, se invistió de calma después de un acto de contricción y pacíficamente se decidió a reclamar la vieja deuda de manera “sui géneris” , y ahí surgieron las caminatas con sombrillas amarillas hasta desembocar en la espléndida jornada del lunes pasado que bien podría definirse como el Plelbiscito Amarillo, dada el multitudinario apoyo popular al mismo.

 

Sin que se lanzara una piedra y sin que se produjera el más mínimo despropósito la gente que compone al pueblo dominicano dijo que apoyaba el reclamo del 4% del PIB para la educación.

 

Considero que el presidente Leonel Fernández debe recibir esa jornada cívica nacional como un “poema” de vocación democrática. El mandatario no puede ponerle “oídos sordos” a ese reclamo

 

Debió hablarle al país para reconocer esa esplendorosa y multitudinaria manifestación realizada aquí, en Santo Domingo, en momentos en que el Príncipe heredero del reino inglés era abucheado y su carro atacado en las calles de Londres. Vaya ironía.

 

Y tome en cuenta que el reclamo es el mismo: educación.

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