Sobre el Estado de Violencia, Corrupción y Pobreza que denuncia la Iglesia Católica

Dr. Ismael Reyes Cruz 

Presidente del Partido Demócrata Institucional (PDI)

 

Con motivo de la celebración del día 27 de febrero,  día en que celebramos un año más  de nuestra independencia nacional, encabezados por el Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, los miembros de la Conferencia del Episcopado Dominicano, dieron a conocer un mensaje en el que con responsabilidad señalaron que la República Dominicana vive hoy un estado de Violencia, Corrupción y Pobreza.


Violencia, porque el crimen se comete con total impunidad, sin que el presumido Estado de Derecho, el gobierno lo garantice.  Corrupción, porque los funcionarios públicos, amigos y subalternos del Presidente, le perdieron el miedo a la palabra “Robo”, y exhiben en los años que llevan en el poder una riqueza mal habida sin sentir ningún tipo de aprehensión. Pobreza, porque de toda la riqueza que produce el país en un año, equivalente a más de 51 mil millones de dólares – casi dos billones de pesos -, el 85% se los queda el 15% de los más ricos en el país, mientras el 52 % de nuestro pueblo vive en la más trágica miseria.


Frente a todo esto, la Iglesia Católica a través de sus más elevadas autoridades nacionales, levanta la voz, y expresa que “todo esto amenaza la convivencia humana digna en el país”, y describen un panorama de incertidumbre, violencia, corrupción e impunidad que afecta a toda la sociedad dominicana.


Pero en vez de tomar este mensaje como una sana ADVERTENCIA que el gobierno no debe soslayar, en su largo, hueco, falso, desesperanzador e infortunado mensaje que el Presidente Fernández dirigió a la nación la mañana del día 27 de febrero/ 20111 desde el salón de la Asamblea Nacional, lo que hizo fue reiterar su histriónica capacidad de intentar presentarnos,  un país que en la práctica NO EXISTE.  El Presidente olvida que el entorno de bonanza, lujo, y prosperidad en la que viven él y todo su sequito de áulicos, NO ES EL ENTORNO en el que viven los pobres del país, porque estos viven en barracones, a la orilla de cañadas pestilentes, en barrios donde nunca ha llegado el agua potable, donde no hay aceras, contenes y cuyas calles polvorientas nunca han visto una capa da asfalto.

Confieso, que veces uno quisiera ser indulgente con el Presidente Fernández, por ser un hombre de la generación a la que uno pertenece. Uno quisiera cerrar los ojos como lo hace él, para no ver la realidad que vive el país, donde día a día crece la desesperanza en las gentes, donde la juventud se siente olvidada, postergada, y donde los envejecientes están desprotegidos, pues en el país no existe una real seguridad social. Un país donde las madres solteras despiertan cada mañana desconcertadas porque no saben que van a dar de comer a sus hijos, y no encuentran respuestas, mientras la corrupción en el gobierno le consume miles de millones de pesos al erario público.


El Presidente Fernández sentado en su trono palaciego, no se está dando cuenta que es Presidente de un país donde el tránsito público es un desorden. Donde mal llamados “sindicalistas” son quienes imponen las reglas, y que su gobierno, llamado a defender y a proteger al pueblo, actúa como si le tuviera miedo, pues no asume su responsabilidad de organizar el transito en beneficio del pueblo.  Es todo lo contrario, junto a los llamados “sindicalistas” y por razones de conveniencia política, practican juntos el tigueraje y la corrupción, mientras el sistema de transportación pública no existe, porque la irresponsabilidad gubernamental de los  últimos años lo ha hecho prácticamente desaparecer. ¡Cuántas cosas tiene que soportar nuestro empobrecido pueblo!


La posición de la Iglesia no ha podido ser más elocuente, pues en la Carta Pastoral a la que estamos haciendo referencia, la Conferencia del Episcopado Dominicano dice que la nación debe de hacer valer la Constitución, “que se fundamenta en el respeto a la dignidad humana y e en la indisoluble unidad de la nación, patria común de todos los dominicanos y dominicanas”.


Recordando el histórico sermón del padre Montesinos frente al abuso de la autoridad colonial ejercida contra a los indios nativos de nuestra isla, dice el mensaje de la iglesia “Una voz clama en los nuevos desiertos de nuestra República Dominicana y nos pregunta:  ¿Con qué derecho y con qué justicia tenemos a nuestro pueblo en tan  cruel y horrible servidumbre?”


Si el presidente Fernández hubiera entendido el claro mensaje de la iglesia, su discurso desde la Asamblea Nacional hubiese sido de humildad y no de altanería. De concertación con el pueblo, tomando medidas sociales que aliviaran la suerte de los más pobres, que son los que más sufren hoy en la Republica Dominicana,  y no de justificación de su equivocada política que reparte inequitativamente la riqueza nacional.


Desde pódium del Comité Central del Partido Demócrata Institucional -PDI - , le decimos, recapacite señor Presidente, porque si el pueblo levanta enconado su puño justiciero, le cobrará con creses por haberlo burlado.


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Comentarios: 1
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