EDGAR ALLAN POE COTTAGE Y WOODLAWN CEMETERY: DOS LUGARES PARA FORTALECER EL ESPÍRITU

Casa Edgar Allan Poe
Casa Edgar Allan Poe

Por Franklin Gutiérrez


A pocas cuadras del edificio donde resido, en el Bronx, New York, hay dos lugares que visito cuando quiero regalarle a mi espíritu una dosis de energía renovada. El más cercano a mí es una casita localizada en Grand Concurse y Kindsbridge Road, de color blanco, coqueta, llena de curiosidad y de magia, amueblada a la antigua e indiferente a la mayoría de los transeúntes que circulan a sus alrededores.

Para la gente común tal vez esa pequeña edificación de madera, construida en 1812, remodelada varias veces, y protegida actualmente por una fortificada cerca de hierro, no signifique absolutamente nada. Pero para un amante de la literatura y el arte, sí. Porque esa fue la residencia, entre 1846 y 1849, del maestro norteamericano del cuento de terror y del relato detectivesco, Edgar Allan Poe.

 

Esa casita campestre, edificada originalmente en un terreno de dos acres (8,100 mts.), plantada a unos cuatrocientos metros de distancia de donde está actualmente, y por la que Poe pagaba cinco dólares de alquiler mensualmente, es protagonista de varios capítulos notables de la controvertida y dispar vida de Poe.

 

           En ella murió su esposa Virgina Clemm de tuberculosis en 1847. Allí, también, escribió algunos de los textos responsables de la fama que hoy disfruta, entre ellos: “Annabel Lee”, “Las campanas”, Eureka y “El barril de amontillado”, entre otros. Pero, además, esa fue su última morada oficial, el lugar de donde salió en julio de 1849, a Richmond, Virginia, en busca de su viejo amor Sarah Elmira Royster para un posible enlace nupcial que nunca ocurrió porque la muerte lo sorprendió, a los 40 años de edad, ante de la fecha pactada para la ceremonia.  


Desde 1975 The Edgar Allan Poe cottage (Casa de campo de Edgar Allan Poe) como reza la placa que identifica la pequeña cabaña, es propiedad de la sociedad Histórica del Bronx, que la convirtió desde hace varios años en un pequeño museo donde se exhiben la cama que Poe compartió con su esposa Virginia, y una mecedora. El resto del mobiliario es del siglo XIX, pero no perteneció a él.

 

The Edgar Allan Poe cottage es el más humilde los de museos dedicados al genio de las letras norteamericanas Edgar Allan Poe, Pero esa casita, dijo el propio Poe reiteradas veces, fue su espacio más íntimo, pues en él encontró la paz y el sosiego que no le daban las grandes ciudades. En Baltimore hay otro pequeño museo su memoria, instalado en la casa que habitó en esa ciudad entre 1832 y 1835. Pero el más grande e impresionante de ellos está en Richmond, Virginia, compuesto por un pequeño complejo de edificios, con jardines atractivos, una amplia colección de objetos del escritor y, según algunos visitantes, con muchos de los fantasmas que perturbaron a Poe transitando libremente en su interior.

 

El otro lugar del Bronx donde me interno por horas frecuentemente es el Woodlawn Cemetery, un camposanto situado sobre una pequeña colina, rico en arquitectura, esculturas de ángeles, vegetación y personalidades importantes. Construido en 1863 en un terreno de 400 acres y declarado patrimonio nacional recientemente, el cementerio Woodlawn alberga a más 300,000 difuntos de todas partes del mundo.

 

La hazaña del enigmático Phileas Fogg, en 1872, de darle la vuelta al mundo en 80 días solamente se cristaliza en el ingenio y la pluma romántica de Julio Verne. Pero en el Woodlawn reposan los restos de una mujer que realizó, no en el plano de la ficción, sino de la realidad, la misma aventura que Phileas en setenta y dos días, seis horas, once minutos y catorce segundos. Su nombre es Elizabeth Jane Cochran, mejor conocida como Nellie Bly, reportera entonces del periódico The New York World, y natural de Pennsylvania. La hazaña de Bly se llevó a cabo entre el 14 de noviembre de 1889 y el 25 de enero de 1890. Bly es, además, precursora del periodismo investigativo en los Estados Unidos y, para rematar, la primera mujer que tuvo la osadía de viajar sola, sin la compañía de un hombre, en un barco.

 

A poca distancia de Bly está Fiorello Henry La Guardia, uno de los alcaldes (síndicos) más popular, querido y justiciero que ha tenido New York. Su mandato transcurrió entre 1931 y 1935. Por gestión suya New York aumentó su número de carreteras, hospitales y puentes, mejoraron los servicios sociales, fueron profesionalizados los bomberos y la policía y los newyorquinos tuvieron facilidades para adquirir viviendas a costo decente. Antes de morir, en 1947, pidió ser sepultado en el cementerio Woodlawn. Con su nombre hay un aeropuerto y uno de los recintos de The City University of New York, ambos en Queens, New York.

 

En el Woodlawn mora también James Cash Penney (JC Penney) un norteamericano cuya comprensión de la importancia del trabajo sistemático y persistente lo transformo en uno de los empresarios estadounidenses más ricos de su época. En 1902 fundó la famosa cadena de tiendas que lleva su nombre. Una de sus frases célebres reza: “Dame un empleado del montón, que tenga una meta, y yo te devolveré un hombre que haga historia”. No es casual que su segundo nombre (Cash) y su apellido (Penney) estén etimológicamente asociados a la palabra “dinero”

 

Unos de los panteones de famosos de mi preferencia en el Woodlawn, es del filántropo Augustus Juilliard, no por su diseño externo, sino por la disposición interna de los nichos sus ocupantes. Aunque fanático de la ópera y la música clásica, Juilliard no era músico como piensan muchos. El dinero que dispuso para la fundación de la prestigiosa escuela musical newyorquina que lleva su nombre, provino sus negocios bancarios y textileros realizados en New York y otros lugares de la geografía norteamericana. .

 

Los aficionados del arte, la cultura y la escritura tienen a su disposición, en el Woodlawn Cemetery, un amplio banco de mármol custodiado por una estatua de bronce donde pueden sentarse a conversar gestualmente con un difunto que aunque no califica como colega de los cultivadores de esas manifestaciones del espíritu, destinó parte de su fortuna a reconocer el talento de éstos. Se trata del empresario periodístico Joseph Pulitzer, patrocinador del premio que lleva su nombre. El Pulitzer se entrega anualmente en los Estados Unidos, y reconoce a cultivadores del periodismo, del teatro, de la música, de la fotografía, de la crítica literaria, del ensayo y de la escritura creativa.

 

Que bueno que le haya tocado a una latina, de voz melcochosa y azucarada, endulzar y encender el ánimo de los difuntos del Woodlawn. Efectivamente, en el centro del camposanto, rodeado por tumbas sencillas cuyas piedras lapidarias no superan tres pies de altura, emerge, grisáceo, brillante e imponente el panteón de la guarachera de Cuba, Celia Cruz. A esta tumba acuden frecuentemente admiradores suyos a llevarle flores y mensajes escritos que depositan en la puerta, dispuestos de manera que algún día ella pueda leerlos.        

 

La lista de personalidades sepultadas en el Woodlawn registra alrededor de 240 nombres. Entre ellos hay poeta, narradores, ensayistas, militares, comerciantes, periodistas, deportistas, músicos, compositores, científicos, inventores, escultores, caricaturistas, políticos y empresarios. En fin, una amalgama de difuntos notables que hacen al visitante de ese camposanto sentirse importante, también.

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