“A DIOS LO QUE ES DE DIOS Y A CÉSAR LO QUE ES DEL CÉSAR”

53  Años de la Fundación del Partido Verde Social Cristiano PVSC, (EL MACHETE VERDE)


Un ensayo breve y conciso como lo califica su autor, Víctor Cruz, sobre las razones de existir de un movimiento político demócrata cristiano y los rasgos diferenciales que lo caracterizan en la vida política contemporánea. Un ensayo literario quehace tiempo esperado, necesario y oportuno para muchos.


Mucho se ha escrito en América y Europa sobre la Democracia Cristiana, como ideología que reclamó y obtuvo consideración de primer orden en el marco del pensamiento político actual, y como praxis de influencia profunda y amplia en el acontecer mundial. Pero todavía no se había logrado un esfuerzo de síntesis tan denso y completo como el que nos ofrece ahora Víctor Cruz. No sólo para los militantes o simpatizantes de la Democracia Cristiana viene a ser un texto básico de consulta, sino que cualquier estudioso o interesado en el conocimiento de las ideas y de la vida política actuales encontrará en estas páginas un análisis completo de las características que definen a la Democracia Cristiana como doctrina política, y a los partidos demócrata-cristianos como organizaciones populares empeñadas en la construcción de una nueva sociedad.


No se trata de un recorrido histórico, como lo advierte el autor en la introducción. Ni se limita a una ordenación sistemática del abundante material.


que podemos encontrar en la bibliografía demócrata-cristiana. En buena medida es el aporte creativo del pensador, su tributo a la elaboración ideológica en los aspectos que hacen de la Democracia Cristiana una respuesta autónoma y distinta frente a las doctrinas tradicionales que han motivado las luchas políticas del presente, o determinado la estructura y orientación de nuestras sociedades políticas.


A menudo se identifican Democracia Cristiana y filosofía cristiana. Esta es naturalmente una de sus fuentes principales, pero no cabe la confusión, pues aceptarla sería tanto como afirmar que la historia de la Democracia Cristiana es la historia del cristianismo. Y tal aceptación conllevaría al juicio aberrante de considerar como ideología política la verdad que Dios reveló al hombre para que la profesara como religión. Ya el propio Evangelio define la cuestión de los ámbitos: "A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César". Que en el pensamiento de San Agustín viene a concretarse en la definición de los órdenes que corresponden a la Iglesia y al Estado. Ahora mismo, época en que la Iglesia se empeña en comprender y traducir la angustia terrena del hombre, hay mayor cuidado en salvaguardar su función esencialmente espiritual y desligada de ataduras o compromisos al fenómeno temporal del hecho político.


La Democracia Cristiana es una expresión del mundo contemporáneo. Resulta por cierto muy significativo que el término aparece por vez primera justamente en el mismo año en que se produce el Manifiesto Comunista. Al comienzo es la denuncia de que el orden social generado por la revolución industrial y el liberalismo individualista no se compadece con la moral cristiana. "El pauperismo no es del orden divino". Luego viene el reclamo de que la organización social y económica no puede estar divorciada de los principios éticos. Más tarde será el planteamiento sobre la necesidad de que los cristianos participen como tales en la orientación del poder público para insuflar el espíritu cristiano a la vida social.

Justamente, el sentido más importante de la "Re-rumNovarum" es que acoge esos puntos de vista. Al proclamar la voz más alta de la Iglesia Católica que el trabajo no es una mercancía sujeta a las leyes de la oferta y la demanda, que la propiedad privada tiene una función social y que la autoridad debe intervenir en las relaciones económicas para tutelar los derechos de los débiles, surge el aval y el estímulo para promover la inserción de esos principios y sus consecuencias en la estructura del Estado. Surge también la cuestión de los medios que será la primera toma de conciencia sobre la perspectiva de una acción política con signo cristiano, pues al fin y al cabo la orientación de los fines del Estado es un problema de poder político

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Esta primera toma de conciencia sobre una posible actividad política de contenido cristiano es oportuna para despejar los peligros de la confusión entre lo político y lo religioso. La acción política corresponde a los seglares, con independencia de las jerarquías eclesiásticas, pues la Iglesia trasciende toda realidad natural. Desde luego que tiene una función de magisterio en el terreno temporal, impone en política un espíritu, pero no una política, como dijera Mou-nier. La acción política es un enfrentamiento a problemas históricos concretos. Tarea por tanto de políticos.


El MACHETE VERDE ratifica sus valores y principios a la llegada de sus 53 años en la Republica Dominicana

En el Partido Verde Social Cristiano PVSC, MACHETE VERDE hacíamos referencia al final del capítulo prece­dente. La justicia social tiende a asegurar, a imponer, a establecer las exigencias a través de las Cuales todos y cada uno de nosotros, y la sociedad que nos representa, hagamos lo necesario para que cada uno pueda desarrollar su propia personalidad dentro de ese bien común, público, general.

 

La perfectibilidad de la sociedad civil.

Como otro concepto de inspiración cristiana men­cionaremos la perfectibilidad de la sociedad civil. No somos deterministas. No creemos en la fatalidad del destino. Reconocemos el influjo que los factores naturales, geográficos, raciales, económicos, cultu­rales, ejercen sobre la vida de los pueblos, influen­cia mayor o menor de acuerdo con las circunstan­cias. Pero creemos en que el hombre y la sociedad en fin de cuentas, integrada por hombres tienen en última instancia capacidad de decidir sobre su propio destino, de actuar y transformar las circuns­tancias y las realidades. De manera que para nos­otros la sociedad no constituye un hecho ante el cual hemos de someternos en una forma total e inerte, sino una realidad a la cual nosotros estamos en la posibilidad y el deber de transformar en un sentido de perfeccionamiento.


Cuando Bolívar, sobre las ruinas del templo de San Jacinto, causadas por el terremoto de 1812, dijo que lucharíamos para hacer que nos obedeciera la naturaleza, lanzó un mensaje de terribles posibi­lidades para la acción. Es el mandato bíblico de señorear la tierra, que ha de realizarse a través de las generaciones, y para cuyo cumplimiento se están haciendo prodigios en la investigación y en la tecno­logía. De esta noción filosófica deriva nuestra voca­ción de lucha, de combate, de trabajo. Acción para transformar lo físico y para renovar lo social. Ve­mos la injusticia social y no la aceptamos, sino que nos sentimos obligados a luchar contra ella. No creemos que los acontecimientos humanos se suce­derán fatalmente a través de la historia, como lo creen los determinismos, y entre ellos, el determinismo económico, que tiene sus modalidades marxista y liberal-capitalista.


Estamos convencidos de que la acción del hombre como persona, y del Estado como institución, que es desarrollo normal de la persona humana, envuel­ve la capacidad y el deber ético de trabajar y luchar para que, a través de una perfección cada vez ma­yor, se puedan corregir errores e injusticias, y lograr el bien común al que aspiramos.


Este conjunto de nociones podría verse como algo demasiado abstracto, general o etéreo. No lo estimamos así. Para nosotros son verdades claras, sólidas y armónicas, que constituyen la base y funda­mento de nuestra acción. De este conjunto de elementos filosóficos deriva la concepción política de la democracia que examinamos en el primer capí­tulo, la idea de la democracia como el mejor siste­ma de gobierno, tanto desde el punto de vista de la teoría, cuanto desde el de la realidad social. Creemos en la posibilidad de la democracia, y pen­samos que luchar por su realización constituye un tratado, lo mismo en la cátedra universitaria que en la acción política o social, a quienes, no sintiéndose partícipes de las creencias religiosas de las distin­tas confesiones cristianas, sin embargo, aceptan, pro­claman y defienden al social cristianismo como la mejor forma de resolver la cuestión social, y se muestran dispuestos a luchar por su realización en la vida práctica.


Esa doctrina social-cristiana tiene una serie de nociones inconfundibles. Dentro de ella están su idea del trabajo, de la propiedad, del deber social del Estado, y de la solidaridad social, que abarca a cada uno de los grupos que integran la sociedad civil, a la sociedad civil misma, y a la comunidad internacional.


Valor fundamental del trabajo


Para el movimiento inspirado por la Democracia Cristiana, el trabajo constituye el valor esencial de la sociedad. Esto arranca de los textos, pero espe­cialmente de un hecho histórico de rotundidad incon­movible: si los fundadores de todas las grandes reli­giones pertenecieron en una forma u otra a las clases o grupos más importantes de la sociedad, al cristia­nismo lo fundó un humilde trabajador. Moisés, aun­que de origen desconocido para la sociedad egipcia, fue educado en la corte del Faraón. Mahoma era un gran conductor militar. Buda, un príncipe. Con- fucio, un filósofo. El cristianismo tuvo su fundador en un obrero, un trabajador manual. No hay en los textos sagrados nada que califique a Cristo


 

Deber que nos vincula a todos. Consideramos que no se trata simplemente de una bella utopía, sino de una consecuencia natural de la valoración dentro de la cual colocamos al hombre y a su forma natu­ral de expansión y complemento, que es la co­munidad.


Una concepción social


Desde el punto de vista de la organización social, encontramos que el cristianismo inspira una actitud. El hecho de que nuestra corriente se califique como social-cristiana, y no sólo como "cristiana", ni siem­pre como "demócrata-cristiana", representa esta idea: la de que no constituimos sólo un movimie


nto político, pues el ingrediente que nos aporta el cris­tianismo lo vemos especialmente realizado en una concepción social.

Esa concepción, neta y determinante, capaz de ser perfectamente compartida por quienes no aceptan los principios que desde el punto de vista religioso o filosófico sostiene el cristianismo, ha demostrado poseer una gran atracción en el mundo contemporá­neo. Hay muchos incrédulos, o creyentes en varia­das denominaciones religiosas o ideológicas, para los cuales el pensamiento social-cristiano  cuya principal fuente de inspiración es la doctrina social de la Iglesia Católica, expuesta a través de los docu­mentos pontificios, y el grupo más importante de sus principales intérpretes ofrece la mejor solu­ción al problema social. Muchas veces hemos encontrado un compromiso con la verdad, la libertad y la justicia social que nos invita a caminar a construir el verdadero poder organizado del pueblo a través de nuestra organización política EL MACHETE VERDE, Partido Verde Social Cristiano PVSC.




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