EN NUESTRA EXPERIENCIA EN PARTICIPACIÓN COMUNITARIA Y LAS NUEVAS ASOCIACIONES DE PADRES,  MADRES Y AMIGOS DE LA ESCUELA  

Nelly Amador   


Se innovó en esta nueva estructura, al dotar a las sociedades de los comités de trabajo que fueren necesarios para una real y efectiva participación e integración de los padres y madres, en el entendido de apoyar el proceso educativo en sus respectivos centros. Fue así como surgieron los comités de Mantenimiento Escolar, Supervisión, Nutrición y Salud, Transformación Curricular, Finanzas, entre otros, en los cuales se integraban decenas de padres y madres de manera activa y entusiasta.


    Conformar las juntas directivas de estos grupos de apoyo a la gestión educativa, a partir de estructurarse en comités de trabajo, dio un giro significativo en la comunidad educativa que rebasó la pasiva actitud de tan sólo formar parte, que había sido la práctica histórica en esta materia.


    Esta reingeniería que se impregnaba al interior de los grupos de padres y amigos de la escuela, tuvo su génesis metodológica-organizacional en la forma de denominarse, cambiando el término de sociedades por asociaciones, junto con la inclusión de las madres. Entonces se denominarían Asociaciones de Padres, Madres y Amigos de la Escuela, con lo cual se tenía una nueva percepción respecto a la categoría de tener parte en, implicando el cambio sustancial de una función pasiva a una función activa.


    Las experiencias obtenidas a partir de esta nueva pedagogía y práctica cultural, se convirtieron en referentes temáticos para estudios de investigación en tesis de grados en las principales universidades del país y en criterios, variables e indicadores socioeconómicos para programas de financiamiento y cooperación por parte de organismos de cooperación y de la banca internacional, respectivamente. 

 

    El salto cualitativo que dieron las Asociaciones de Padres, Madres y Amigos de la Escuela en su práctica cotidiana como contribución al desarrollo del proceso educativo, se manifestó en la forma en que tomaron parte en la gestión, mediante la cual se ejecutaban acciones concertadas y coherentes con las necesidades en cada escuela y comunidad.


    Cuando se tienen bien claros los propósitos que se desean alcanzar en un proyecto, sea de carácter educativo, económico, político o cultural, la participación va generando confianza entre los miembros del grupo, con una sinergia que hace más llevadera la carga de responsabilidad colectiva que se ha asumido.


    Un proyecto cultural que involucró a todos los padres y madres y a los técnicos de Participación Comunitaria, así como a maestros y estudiantes en general, fue el montaje de la obra “Opera-Merengue”, la cual, a partir de un guión músico-teatral, relata parte de la historia y el contexto en que surge y expande el merengue, teniendo como grandes protagonistas a figuras del arte nacional.


En cada presentación en las diferentes provincias del país, la comunidad educativa asumió la tarea de realizar tan bello evento, teniendo como contraparte la exhibición cultual más genuina y representativa de cada localidad.


    Tal y como hemos visto, la participación  es un proceso que requiere de niveles y modalidades y que se inserta en el proyecto ya colectivo, ya individual, de búsqueda de objetivos políticos, económicos, etc. Y se convierte en un fin en sí misma, en cuanto fortalece la autoestima de la población participante y le otorga sentido a su vida, al proporcionarle control sobre los eventos del contexto en el cual se desenvuelve.


 Es conveniente examinar los supuestos básicos de la participación, entre los cuales están aquellos que hacen referencia a la diversidad de intereses, de funciones específicas, que todos son parte del problema, pero que también todos son parte de la solución, que es necesario recuperar todos los saberes, donde la concertación es el camino, que la gente tenga bien claro que participar es una actividad política. Esto último porque genera poder, transforma situaciones, propiciando alianzas y búsqueda de concertaciones ante los conflictos que se generan por la lucha de intereses.


En este marco, es importante resaltar la conveniencia de que los actores del proceso educativo participen en programas de capacitación que les ayuden en los procesos de negociación de los conflictos que se dan dentro y fuera de la escuela y que afectan a toda la comunidad. Estamos convencidos de la necesidad que tienen las organizaciones comunitarias y de la sociedad civil en incorporar esta nueva categoría al trabajo cotidiano, formando parte de los programas de capacitación que se asuman por el crecimiento y fortalecimiento de dichas organizaciones, pues la negociación como elemento importante en los procesos de concertación, deviene en reales beneficios institucionales y comunitarios.


Cuando el objetivo y las metas que se persiguen son compartidos por los distintos sectores que participan de un proceso determinado, los resultados arrojan mayores beneficios, como fue el caso –en principio—del mancomunamiento entre la Secretaría de Educación, la Asociación Dominicana de Profesores, el sector privado y empresarial, las Universidades y la sociedad civil, en la fase inicial del Plan Decenal de Educación, esto es en cuanto a diagnóstico, formulación y ejecución en los primeros cinco años.


    En los distintos mecanismos que se constituyeron para canalizar los aportes que todos los sectores hicieron para un buen desarrollo de ese proyecto educativo, la participación exhibirá cualidades de desprendimiento, complementariedad, tolerancia y disposición permanente a aprender juntos para dar más.


Resultaba sumamente interesante estar presente en un taller, seminario o panel, escuchando a los académicos, los empresarios, los funcionarios gubernamentales, el sindicato de maestros y otros representantes de la sociedad civil, discutiendo temas relacionados a la calidad educativa, a la transformación curricular o al aumento salarial para los servidores del sistema educativo.


En esta etapa de esos primeros años del Plan Decenal de Educación, ni las banderías políticas, ni los credos religiosos, ni las posiciones sociales eran obstáculos para la convivencia armoniosa de los actores del proceso, donde cada quien accionaba apegado a una especie de código común invisible, que pautaba el actuar bien en representación del sector de poder a que se pertenecía.


Esto cambió significativamente cuando asumieron el control del Ministerio de Educación las nuevas autoridades en 1996, cuya primera acción fue la de sustituir a los técnicos de Participación Comunitaria que no fuesen militantes del partido que acababa de asumir el poder, y, en segundo lugar intentaron convertir las asociaciones de Padres y Madres en comités políticos de ese partido que asumía el poder, llegando al colmo de proponer que las asambleas comunitarias donde se eligiesen las directivas de estas asociaciones, fuesen supervisadas por la Junta Central Electoral. Por suerte, esto no prosperó. ¡Pero el daño ya estaba


La autora es Educadora y fundadora de la ADP.

 

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