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La Cámara de Cuentas, justicia, corrupción y democracia

Por Rafael Nino Féliz 

El Poder Ejecutivo, el Congreso, la Justicia y la sociedad civil deben encaminar acciones que permitan dar a conocer al país lo que realmente allí está ocurriendo y que ya empieza a preocupar a mucha gente.

En muchos países del mundo las instituciones que juegan un rol institucional como el que debe, o debería -y uso este modo verbal para salvar mi alma de poeta- jugar la Cámara de Cuentas, podrían denominarse de manera diferente; sin embargo, su papel institucional de guardián, verificador, contralor, ético y moral es el mismo: cuidar y preservar los bienes públicos o el patrimonio de la nación.

 

Pero nada de ésto se logra si el propio Estado es cómplice en los actos de corrupción. Cuando el Estado actúa contra sí mismo apadrinando la inmoralidad, las fiestas de los ladrones se celebran en los propios palacios. En tal situación, los organismos como la Cámara de Cuentas no contribuyen con la democracia y se convierten en refugios legales de instrumentalización en beneficio de los corruptos.

 

Este artículo debió titularse -y lo intenté hacer- "La JCE y la Cámara de Cuentas necesitan la misma medicina". Los lectores ya conocen mi posición sobre la Junta Central Electoral.

El Gobierno, el Congreso y los organismos de persecución contra la corrupción deberían investigar lo que -se dice- estaría ocurriendo en el seno de la propia Cámara de Cuentas. Muchos sectores de la sociedad ya empiezan a preocuparse respecto a lo que pudiera suceder en esa institución en el corto tiempo que les queda a sus autoridades. De lo que no tenemos dudas es de que allí, como en todas las partes del mundo, hay algunas personas que defienden el interés nacional y luchan, aunque en aparente minoría, con dignidad contra los más escandalosos hechos de corrupción. Pero del otro lado, como casi siempre, vamos a encontrar a los aliados de la corrupción.

El Poder Ejecutivo, el Congreso, la Justicia y la sociedad civil deben encaminar acciones que permitan dar a conocer al país lo que realmente allí está ocurriendo y que ya empieza a preocupar a mucha gente.

Lo lamentable es que en el país no hay un sólo hecho en la historia que pueda evidenciar que la Cámara de Cuentas haya asumido un papel responsable sobre algún escándalo de corrupción en la República Dominicana. Tenemos mil razones para que el país se ponga de pie para obligar al Congreso Nacional a seleccionar a personas capaces, limpias ética y moralmente, y de alto compromiso con el interés nacional, para que sean miembros de la Cámara de Cuentas. Ningún momento ha sido más oportuno. La sociedad hoy lo exige a gritos en las calles. Debemos dar una mirada cada mañana a lo que ocurrió en la Plaza de la Bandera. El cambio también debe ser radical en esa institución. Ya es hora!

 

 

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